El título de este artículo comienza como un cliché, con ese término que hasta hace poco desconocíamos y ahora lo escuchamos cada vez más a menudo. Pero no tuve opción, la pipa y el mate hacen una pareja perfecta. Me percaté de esto después de mucho tiempo alternando la bombilla (elemento metálico con que se toma el mate) con la boquilla de la pipa. Por ahí he leído que el whisky o el brandy son buenos para acompañarla, pero nada se compara al sabor de la latakia matizado con un mate amargo.
El mate es una infusión que se consume en algunas zonas de Brasil, Paraguay, Argentina y sobretodo en Uruguay. Aquí es común ver gente circulando por las calles, ferias e incluso centros comerciales con el mate y su termo de agua caliente bajo el brazo. No quiero extenderme en su forma de preparación y todo el ritual que lo rodea pero sí mencionar que posee muchos paralelismos con el noble arte de fumar en pipa. El mate en sí, el recipiente, es una especie de calabaza que lógicamente requiere un “curado” o rodaje antes de comenzar a utilizarse por primera vez; lo que sería el aculotado de la pipa. Este rodaje va a incidir en el sabor que llega a nuestro paladar dado que en ambos casos se trata de superficies porosas, lo que los transforma en protagonistas en lugar de meros recipientes. El preparado de la infusión y la forma de irlo “cebando” (acto de servir cada vez que se va a tomar), tienen una técnica más o menos definida aunque varía dependiendo de cada cebador. Comparte también con la pipa esa invitación a la paz y la reflexión pero a diferencia de esta es un ritual más bien colectivo; si bien se suele preparar en solitario es ideal para compartirlo en familia o con amigos.
Estas son algunas impresiones de un pipafumador uruguayo, pero estoy seguro que algunos habrán encontrado maridajes con elementos de su propia cultura; vino español, mojito cubano, chicha colombiana… ustedes dirán.
Un saludo,
Bato